Como otras veces, dormirme quisiera, bajo la luna
enamorada de su frente, escuchar la melodía de los suspiros.
Que bella sería mi noche, si hundida en su pecho,
mezclados mis cabellos en los suyos, fundido mi aliento en su respiración, pudiera
estirarme y hallar en su piel el vértice más sutil de la entrega.
Hubo un vértigo colgando de su nombre. Cada sílaba
un grito salado de esperanza y dolor. Y, al repetirlo, soñaba un sueño
imposible, ser dos alas, una a cada lado del ave de la felicidad.
Arrastro trozos de piel con su olor y plumas mojadas
de la ilusión.
Tengo nostalgias sutiles en las pelusas del bolsillo.
Pateo piedritas de su recuerdo. Las sombras de un olvido cuelgan de mis
pestañas.
Camino sin destino desde que sus miradas no me
alumbran y no tengo el tino de nombrarle.
Guardo suspiros en mi mochila, algunas palabras y el
rose de su pelo.
En mi cartera y en los ojales de mi camisa asoman
besos tímidos, inconfesables, vividos, ya lejos.
Camino sin destino.
Mónica Ivulich. DR2017Fr