domingo, 30 de julio de 2017

Mi primer maestra


Comencé la escuela con mucha emoción. Debo aclarar que mi madre quiso ponerme en una escuela religiosa para hacer el jardín de infantes y fue un fracaso. No sólo no jugaba ni quería hacer nada con las monjas, sino que también tenía pesadillas que aún recuerdo con las pobres religiosas girando a mi alrededor…

Ahora iría a una escuela de verdad, donde las maestras eran personas comunes y vestían como todas las demás personas…

Delantales blancos, tradición rioplatense, parecíamos un mar de espuma. Cabello atado en trenzas o colas de caballo, portafolios de cuero que albergaban lápices y cuadernos vírgenes y la emoción de escuchar el himno por primera vez con una maestra enfrente, también de blanco, con blanca sonrisa.

Muchos niños lloraban, yo estaba pletórica. Mi madre se mantenía expectante y cerca, había vaticinado que lloraría como en la otra escuela. Sin embargo, yo había visto la ternura y protección en la cara de mi nueva maestra y ya nada me haría faltar a la escuela, nunca. Cuando comenzaron a entrar los alumnos mayores, mi mamá se acercó para asegurarse que estaba bien y le susurré al oído: - “cuando sea grande, quiero ser maestra”.

Ella se lo repetiría a mi padre, vecinos, tíos… y agregaba: - “como su abuelo, mi padre.” Tal vez, eso también viene en el ADN, pero no conocí a mi abuelo, yo quería ser como mi maestra, la señorita Haydée.

Haydée no era bonita, era regordeta y tenía una voz cantarina. Recuerdo que me abrazaba y cualquier raspón o dolor se aliviaba. No había alumno que no la quisiera. Nunca nos dio castigos ni reprimendas… Haydée era pariente de Papá Noel, para mí. Sus regalos eran sonrisas y cuidados, eran los estímulos que nos daba para aprender…

Mi madre me regañaba por llegar con mi delantal sucio, toda la pechera como si hubiera limpiado el piso. Yo solo levantaba los brazos como si no supiera quien había puesto esas manchas allí. Un día, cansada de lavar, blanquear y planchar mis delantales subió al aula conmigo.

En la puerta del salón le explicó a la señorita Haydée su sorpresa al verme tan sucia cuando ella me llevaba impoluta a la escuela. La maestra me sugirió que entrara y habló con ella. El tema se cerró allí y nunca más volvieron a sermonear por mis descuidos y manchas.

Tiempo después supe que la señorita Haydée le había dicho que mi comportamiento y atención en la escuela eran ejemplares, que, mientras otros alumnos hacían bulla o dibujaban garabatos yo me esforzaba en hacer bien las cosas. Por lo tanto, era normal que mi natural energía de seis años explotara en el recreo largo donde jugábamos a las escondidas, indios y cowboys etc.

Una tarde mi ojo se inflamó y ardía mucho. Me dieron gotas en el Dispensario infantil, una especie de sala de primeros auxilios para niños. Mi madre decidió que no fuera a la escuela al otro día, eso me hizo sentir horrible y comencé a llorar. Pensaba que no podía fallarle a “mi señorita”. Mi padre aceptó que fuera para que no llorara más y, por lo bajo, dijo que no me despertarían.

A la hora del desayuno estaba vestida y preparada para salir, no hubo marcha atrás. Mi madre tuvo una mirada de discrepancia, pero mi papá dijo que ya estaba mejor y salí hacia la escuela.


 Ese año fui la mejor alumna y recibí un premio a la puntualidad y asistencia que marcó mi vida, para bien. Como fue una excelente influencia la maestra que nos trató con dulzura, dedicación y nos dio ejemplo de una conducta intachable. Mi primer maestra sigue en mi memoria y sentimiento.

miércoles, 19 de julio de 2017

En brumas (Poema)


Había un silencio

denso

como una manta

protectora,

en brumas

mi estremecimiento

mudo,

oculto bajo un NO


Estética de lo feroz

tolerando,

como atroz ofrenda,

el ahogo negro y

la orquídea de la cólera
                                       
                       Mónica Ivulich
                       DR2017Fr.
                                                     
Patxi Gonzalez

martes, 11 de julio de 2017

Pasión (poema)

Imagen de la red
Pasión            

Hace tiempo atrás
escribía a sus ojos
a esa mirada
                  que me perdía
a la pasión
Hoy escribo
no para recordar
sino porque no puedo
                  olvidarla
aunque sea en flecos
          de confusas nostalgias
en deshilvanados retazos
                    de melancolías         
la memoria ordena
la mano obedece
                   y por eso escribo
no porque la recuerde
sino porque la pasión
                    no se puede olvidar.

                                             Mónica Ivulich
                                                    DR2017Fr

viernes, 7 de julio de 2017

Herida abierta (Poema)

Imagen de la red

Herida abierta

Y seré nómade
entre tus sueños
perdida
              en las dunas de olvido
al borde de la vida,
en el infinito abismo
                   de tus pensamientos
y en la herida abierta del adiós.

miércoles, 5 de julio de 2017

Reseña irreal (Poema)


Mis poesías dicen que te amo,
me emociono si te acercas
cuando te abrazo…
no sé,
tal vez sea por la memoria
del aire entre nuestras bocas…
que todo se vuelve urgente
y las pieles se anhelan,
se buscan
el momento se transforma
al atardecer
en esa irreal,
aunque palpable,
reseña
de un éxtasis presagiado

                                Mónica Ivulich
                                  DR2017Fr