Viajar en avión es como echarse en brazos de alguien anónimo…
no se reconoce la ruta en el aire, ni se puede cambiar a nuestro antojo.
Estamos en manos desconocidas, aunque sean expertas.
Toca relajarse y disfrutar el abandonarnos al placer de estar
suspendidos en un cielo inmenso… como un suspiro de eternidad, es parte de
nuestra libertad el no tener que responsabilizarnos ni controlar nada de lo que
pase a partir de sentarnos en el pájaro metálico.
Es hermoso pasar por entre las nubes y saber que allí abajo
hay tantas personas y todo nuestro mundo, mientras volamos sobre él.
Y en menos que nos damos cuenta aterrizamos en otro país, con
otro lenguaje, casi como en un sueño…
Mónica Ivulich
DR2017Fr
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