Sentada frente al ordenador
La mirada se vacía en la la taza de café
que se enfrió otra vez.
No hay respuesta a sus preguntas,
ni las palabras harían mella a su sentimiento.
Sonríe a la nada mientras revuelve un café frio
donde las promesas se desvanecen.
Transpiran sus manos y se seca el alma.
Lágrimas que humedecen su cara bajan por el cuello
anudando un pañuelo de angustia.
La dignidad le impide gritar,
gritarle su dolor, pedirse explicaciones.
El final está en sus ojos
En su lengua tiene la amargura del adiós
y en sus labios, un amor se va marchitando.
No, no hay respuestas que valgan en su alma
y el café se volvió a enfriar.
El dedo gira sobre el borde del vaso
como una mosca sin destino, antes de ser amputada
por el delirio de un loco babeante
por la esperanza imbécil de Cenicienta.
Cierra la noche su pantalla portátil
y el nuevo día se abre en una sonrisa
El café huele a nuevo.
Monica Ivulich - Derechos reservados.
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