Mónica Ivulich, 2008
Diciembre, Buenos Aires, sol sin brisa
El calor abochornaba ese verano…
Las maestras ya cansadas de la tiza
Y del director, rígido y veterano
Llegaban los últimos exámenes
Con promesas de esperadas vacaciones
Niños de blanco jugaban haraganes,
Nos traían regalos de todas variaciones
Mi salón de pocos alumnos, especiales
Todos de ojos negros y dulces sonrisas
Que no aprendían números ni vocales
Solo jugar a la pelota y dar caricias.
El último día, todos trajeron un presente
Unos, papel de color, otros, papel madera
Importante era la intención, no el paquete
Querían, así, dar las gracias a su manera
Manuel miro a todos trayendo las sorpresas
Que la gratitud delicadamente demuestra,
En su cara se pintó la mueca de la tristeza
Pues su madre no tenía para dar a la maestra
Manuel mira sus útiles y queda pensando
Me enternece, me refresca la mañana
Cuando sonríe, la hoja del libro arrancando
Y envuelve, glorioso, su única manzana
Diciembre, Buenos Aires, sol sin brisa
El calor abochornaba ese verano…
Las maestras ya cansadas de la tiza
Y del director, rígido y veterano
Llegaban los últimos exámenes
Con promesas de esperadas vacaciones
Niños de blanco jugaban haraganes,
Nos traían regalos de todas variaciones
Mi salón de pocos alumnos, especiales
Todos de ojos negros y dulces sonrisas
Que no aprendían números ni vocales
Solo jugar a la pelota y dar caricias.
El último día, todos trajeron un presente
Unos, papel de color, otros, papel madera
Importante era la intención, no el paquete
Querían, así, dar las gracias a su manera
Manuel miro a todos trayendo las sorpresas
Que la gratitud delicadamente demuestra,
En su cara se pintó la mueca de la tristeza
Pues su madre no tenía para dar a la maestra
Manuel mira sus útiles y queda pensando
Me enternece, me refresca la mañana
Cuando sonríe, la hoja del libro arrancando
Y envuelve, glorioso, su única manzana