sábado, 30 de julio de 2016

Sin brújula (Poesía)



Preñada de melancolías
como colcha de punto
heredada de la abuela,
llena de sueños desnudos
vestida de suspiros huérfanos
camina la mujer del sur
venida al norte sin brújula
llegando a tierra poco firme

Imagen de la red
Abrumada de terror y lágrimas
agradece el pan, el sol, el agua
camina izando un sueño mojado
y se desmaya en un último intento
de ser una historia alegre, útil,
en la historia de las mujeres
que tuvieron afán y fracaso,
con la libertad enredada
en las olas de indolencia,
de las violencias, la peor.

Mónica Ivulich
DR2016Fr.  

miércoles, 27 de julio de 2016

Aulla el viento - Eclipse (Breves)

foto en Italia 2016

Imagen de la red

sábado, 23 de julio de 2016

Silencio filoso (Poesía)


Nubes de lágrimas rojas se llevaron tu vida
¡Cuántas ilusiones mata un trozo de metal!


Y luego, 
un silencio filoso en el pecho
alacrán furioso en el estómago.

Un pétalo de girasol sangra y tiembla
antes de caer en el vacío 
de tu ausencia.

 (para Alexis, 1976-2003)
Mónica Ivulich
DR2016Fr

Pintura por Mónica Ivulich 2016

No hemos salido (Poesía

Seguimos en el tártaro
Tan cerca del inframundo
donde los seres oscuros
devoran nuestras carnes
rasguñan almas dolientes
mintiéndonos una libertad.

No hemos salido del averno
y nos creemos grandiosos.

No hay castigo más terrible
en el mundo de la confusión
del miedo y el consumismo
que vernos el rostro íntimo,
ese lado oscuro que velamos,
que no deseamos reconocer.

No, no hemos salido del averno

de esta cárcel de conciencias.

Mónica Ivulich
DR2016Fr


lunes, 18 de julio de 2016

En alas del cisne. (Prosa)

Hubiese deseado que mi último verso quedara escrito en tu piel… pero se perderá en el aire o en la efervescencia de una ola póstuma sobre mi playa.

Tú no te vas a enterar, con otros brazos al cuello y algunos recuerdos de collar.

Ese remoto poema hablaría de un amor imposible y de otra vida en que… tal vez… sólo tal vez, volveríamos a probar.

Hubiese deseado me despidieras con una caricia, que tu mirada me acompañara al más allá…

Sin embargo, mi mirada flotará en la niebla y mi caricia rozará los pliegues de la melancolía musitando un verso que no escucharás ni se convertirá en beso.


Tal vez vuele en alas de un cisne inescrutable.

Mónica Ivulich
DR2018Fr   


jueves, 14 de julio de 2016

Cortos ilustrados 2

Foto Max I. 2016 
Imagen de la red

domingo, 10 de julio de 2016

Cortitos imaginados



Imagen de la red


Imagen de la red


Imagen de la red

viernes, 8 de julio de 2016

LA CASA DEL SILENCIO (prosa)


Foto de la red
Entras en el pasillo larguísimo de la antigua casa. Al principio crees oler una mezcla de olores, a limpio y a viejo. Pronto dejas de olfatear porque estás buceando, inmerso en un maremágnum de fuerzas desconocidas y hebras de antiguos fantasmas.

Es menester sonreír para poder atravesar la sala inmóvil, nunca usada, adornada con flores de plástico pues, años atrás, la vieja solterona decidió que eran de “clase” … Por si llega algún vecino, algún amigo o amiga, o la hermana trae a alguien. Hoy puedes entender que esas flores patéticas también están dedicadas a ti.

La madre de las solteronas intenta incorporarse, te apresuras a inclinar tu espinazo sobre su sillón, antes de verla desfigurarse en el esfuerzo. Además, entiendes que es mejor que las cosas sigan como están, inmóviles, estáticas… de lo contrario ese magna difuso se bambolea sobre tu cabeza y sacude tu conciencia como una marea súbita.

La segunda hija te saluda como si estuviera feliz, tal vez lo está, en el fondo de su memoria, sobretodo, está nerviosa ante el movimiento de la atmósfera que se vive en la casa.

Ya has saludado y lo que quieres es salir. Te hacen esperar y contarle a la madre qué haces o quién eres que es casi lo mismo en este caso, explicarle que no has venido a robarles nada, que no has entrado a perturbar, que te irás como has llegado… bueno, al menos eso crees…

La amabilidad se extiende y la solterona primera llega con una fuente de quesos y otras atenciones, detrás de su sonrisa cincelada, hay una mueca de sacrificio y molestia en cada gesto. Aquí tienes olivas… lo siento, están rellenas de sardinas y soy vegetariana… solo un poquito… no, le agradezco, es que no me apetece…

Tu primer defecto se hace presente, no eres como ellas. Nunca podrás formar parte de esa manada minúscula, eres de otra… y para corroborarlo te harán preguntas a ver en que más difieres, en que más fallas. Los limites son estrechos, por lo cual seguramente encontrarán muy pronto donde la pifias… es tan fácil…

 Algo intangible, algo pesadamente invisible aplasta tu cerebro… no es malo, es incorpóreo… ese silencio que se oye en otro lugar que no son tus oídos… pesa, se enrosca en tu voluntad… tiende a ahogarte solo un poco, y se expande para dejarte respirar… sabes que volverá… transpiras un poco… no puedes definir qué es ni cómo te sientes.
Para peor, el vino te marea más de lo normal. Sonríe, afirma con la cabeza y sonríe, te ordena tu madre interior. Gracias, dices y sonríes como tonta.

Tratas de incorporarte y te piden que esperes al café… no tomo café, es mejor que no lo diga… se hacen chistes que uno festeja en medio de la inconsciencia… al fin el acto se termina. La segunda hija te pide que la acompañes a ver unos libros a su habitación. Allí está su equipo de música, el que no usaremos… solo tiene opción a un par de auriculares.
foto tomada 2015 BCN

Entonces lo notas: la madre se ha reclinado en su sillón y ha vuelto a colocarse unos adminículos negros en los oídos. La solterona hizo lo propio frente a su ordenador.
 – “Si -dice la segunda hija- los usamos porque las tres vemos, oímos, cosas diferentes y así no nos molestamos… una cuestión de respeto.” A pesar de ello, en algún momento se quejarán de la falta de intimidad.

Es uno de los misterios de la casa, tres mujeres solas en tres burbujas diferentes. Sin contar, claro, los fantasmas que cuelgan de los techos y las paredes como telas de araña etéreas y pegajosas.

Si miras fijamente el cuadro de cualquiera de los antepasados, verás que se les marca una sonrisa en el momento menos pensado…  la misma forma de sonreír de las tres mujeres que habitan la casa del silencio.


A ellos les gusta el mutismo, allí perduran: en la negación de la vida, en esa felicidad sepulcral, en una neblina apenas perceptible y en la inmovilidad de las cosas.

Mónica Ivulich
DR2016Fr.