Es una presencia respetuosa y
constante, es alguien que conoce tu historia o parte de ella y acepta
lo que eres y lo que piensas, aunque sea diametralmente opuesta a la de
ella o él.
En realidad, los mejores amigos son testigos de las vivencias del otro y los no juzgan, sus opiniones son sugerencias para tu bien, los amigos se aprecian por lo que hace brillar a cada uno, sin envidiar ni tratar de superarlo.
O sea que se apoyan recíprocamente y señalan si algo daña al otro, pero lo deja elegir.
Las amistades son sinceras, no se esconden bajo falsas máscaras y por lo tanto hay una confianza básica y mutua; cumplen las promesas y pactos de fidelidad, no difunden tus secretos y mucho menos te difaman.
Si alguno comete un error, lo reconocen y se disculpan pues les importa más la relación que el orgullo. De hecho, la palabra amigo significa ‘sin ego’ (a=sin; migo=ego).
Pero, al mismo tiempo, puedes ser tú y sentirte con comodidad. Pues ser tu no oscurece al otro, la admiración es mutua.
Una buena amistad no abandona en ninguna circunstancia, aunque no esté cerca, se siente contigo. Te defenderá contra quien sea y como sea. Nunca dirá nada de ti que no te lo confiese frente a frente.
Hay una bondad entre amigos que siempre se agradece solidariamente.
Compartirán, pero no intentaran convencerte de su ideología o forma de pensar. No te aplican reglas para imponer su manera de vivir. Es parte del respeto que se da y se recibe.
Los verdaderos amigos entienden cuando el otro desea estar en soledad y dan espacio. Pero no se dejan solos en ocasiones especiales ya sean festivas o dolosas.
Una amistad es parte de tu personalidad, una especie de espejo confiable.
Quien cultiva la amistad es quien busca la eternidad en este mundo. Quienes tienen buenos amigos han empezado a vivir paradisiacamente. Son los que han entendido el concepto de hermandad y de familia humana.
Las amistades ensanchan el corazón y abrazan con calor y sin interés.
Una amistad es un regalo preciosísimo que te da la vida cuando amas a la vida.
Mónica Ivulich, derechos reservados
En realidad, los mejores amigos son testigos de las vivencias del otro y los no juzgan, sus opiniones son sugerencias para tu bien, los amigos se aprecian por lo que hace brillar a cada uno, sin envidiar ni tratar de superarlo.
O sea que se apoyan recíprocamente y señalan si algo daña al otro, pero lo deja elegir.
Las amistades son sinceras, no se esconden bajo falsas máscaras y por lo tanto hay una confianza básica y mutua; cumplen las promesas y pactos de fidelidad, no difunden tus secretos y mucho menos te difaman.
Si alguno comete un error, lo reconocen y se disculpan pues les importa más la relación que el orgullo. De hecho, la palabra amigo significa ‘sin ego’ (a=sin; migo=ego).
Pero, al mismo tiempo, puedes ser tú y sentirte con comodidad. Pues ser tu no oscurece al otro, la admiración es mutua.
Una buena amistad no abandona en ninguna circunstancia, aunque no esté cerca, se siente contigo. Te defenderá contra quien sea y como sea. Nunca dirá nada de ti que no te lo confiese frente a frente.
Hay una bondad entre amigos que siempre se agradece solidariamente.
Compartirán, pero no intentaran convencerte de su ideología o forma de pensar. No te aplican reglas para imponer su manera de vivir. Es parte del respeto que se da y se recibe.
Los verdaderos amigos entienden cuando el otro desea estar en soledad y dan espacio. Pero no se dejan solos en ocasiones especiales ya sean festivas o dolosas.
Una amistad es parte de tu personalidad, una especie de espejo confiable.
Quien cultiva la amistad es quien busca la eternidad en este mundo. Quienes tienen buenos amigos han empezado a vivir paradisiacamente. Son los que han entendido el concepto de hermandad y de familia humana.
Las amistades ensanchan el corazón y abrazan con calor y sin interés.
Una amistad es un regalo preciosísimo que te da la vida cuando amas a la vida.
Mónica Ivulich, derechos reservados
