ninguno, ni siquiera la luna ni
el sol,
se hicieron cargo de mi vaticinio.
Y así, desde un eclípse,
llegué al Planeta:
sin bautismo y desastrada…
pálido remedo de
humano,
me nombraron plagiando al vacío,
hija de la soledad y el desaliento…
Nunca atinan a nombrarme las
sombras
nunca me alcanzan las
“enfermedades”
y las “bonanzas” me desconocen.
Me basta cuando me aman y repiten mi nombre
ese nombre que plagiaron a la
soledad.
Me basta el calor del sol en
“esa” mirada,
Entonces, en ese instante, lejos sonríe
y
no hay más motivación que su risa
para vivir.
Me despeñé en mil canteras alucinadas
y
empeñé mis cantares de ilusión y
vida,
me basta que repita mi nombre si me
ama.
Desde hace tantos siglos
arrastrando cadenas de escisión, de
abandono
y ahora nos negamos a ser uno
o que somos el no ser…
se entrega, me penetra y se retira,
dejando una flor y una ilusión
sin dueño…
Nací desastrada, moriré de tedio
al dar las dos.
Mónica Ivulich
D.R.2017Fr
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