Muy de vez en cuando, en
noches de verano, mientras charlábamos y nos tomábamos ‘una última copa’ con mi
amiga, escuchábamos gritar en la calle. Por la ventana abierta entraba ese casi
aullido… “¡Viva Perón!” Parecía una maldición
o un insulto por la forma grotesca y seca de gruñirlo.
Ella sonreía y con tiernos
ojos verdes miraba hacia la noche… -“esta borrachito”- decía.
Le causaba ternura aquel
hombre barbudo, con traje sucio y rasgado, camisa cuasi blanca que dejara su albor
en bancos de plazas oscuras.
Algunos le llamaban
linyera, pero si le hablaban directamente le decían señor.
Algunas veces tuve que
esquivar a aquel indescifrable personaje que se sentaba en el umbral de la casa
de Coronel Díaz y Las Heras a tomar mate. Escondía el mate y bombilla bien
limpios junto a la yerba, en un rincón del lobby del edificio, los vecinos lo
ignoraban o hacían la vista gorda, era inofensivo y educado el hombre.
Nunca se le vio pedir más
que agua caliente en una lata vacía, para su mate… de todas maneras le
regalaban pan, fiambre y, tal vez, alguna comida. Llevaba el cabello muy
peinado, tirado hacia atrás, un poco largo. El peine y un pañuelo agrisado por
el uso, eran parte de sus pocas pertenencias.
Un día lo vi limpio, con
el cabello más corto y de mal humor.
Mi amiga me dijo en voz
baja: -“Seguro que la familia lo vino a buscar otra vez, cada tanto el hermano
lo lleva a la casa y lo pone presentable, pero se les escapa.”
Me enteré por ese entonces,
que había sido un gran ingeniero, que construyo puentes y edificios famosos, al
punto que la reina de Inglaterra lo condecoró.
Tenía, en aquella época, toda la felicidad, el amor y los bienes
imaginables… hasta que en un accidente perdió a su esposa e hijos, únicamente se
salvó él. Un episodio tan brutal que, mentalmente, no lo soportó. Renunció a
todo, incluyendo su brillante carrera, su cordura y hasta su presencia. Sólo conservó
un gesto de dignidad: no mendigaba.
Aquel día, llegué contenta
y apresurada al edificio de mi amiga.
El lobby se alumbraba con
la luz proveniente de una gran claraboya, de esas que muchos edificios antiguos
de Buenos Aires aún conservan, por lo que la iluminación dejaba que desear,
pero yo traía las manos ocupadas con las compras y no encendí la luz, igual,
acostumbrando los ojos que estaban inundados de sol, vería lo suficiente en
pocos segundos.
Cuando pasé la segunda
puerta una sombra me alertó. Era un hombre frente al espejo, pero no parecía en
actitud amenazante, estaba, simplemente, viendo con atención su propia figura
reflejada en ese agujero dimensional que formaba el gran espejo sobre la pared.
Me dirigí a la puerta del
ascensor y pulse el botón, fue entonces fue se percató de mi presencia, giro
apenas la cabeza hacia mí y siguió la inspección de si mismo, sin inmutarse. Los
ojos negros del linyera-señor miraban hacia otro tiempo y lugar.
Con el rabillo del ojo pude
observarlo: se acariciaba las piernas lentamente mientras se miraba, sin
malicia y con curiosidad, tenía el pantalón bajo, hasta las rodillas y lucía
unas medias femeninas de encaje negro.
Una estampa asombrosa,
pero más increíble es que la memoria, después de treinta años, me la traiga de
vez en vez hasta obligarme a escribirlo.
Monica Ivulich (derechos reservados)
desde FACEBOOK
ResponderEliminarGuillermo Echarri Iritano · Friends with Nelson Jose Ponce Gonzalez
Precioso, Mónica!!!!! Súper Emotivo!!!!! Muchas Gracias!!!! comparto
Isabel Mendieta Rodríguez De bonita que es merece que escribas la historia, y con tu delicadeza has removido todo. Es increíble la de vueltas que da la vida y como en cuestión de segundos todo cambia. Me ha gustado mucho Gracias por etiquetarme. Un abrazo
Cielo Donís bueno
Que historia mas impactante, emotiva y desconcertante a la vez, ya que el, en su poca o mucha lucidez, encarno en su piel el recuerdo de su esposa, reflejado en las medias de encaje negro de mujer, preciosa historia Monica, y tan impresionante, que te quedo grabada, las vueltas que nos depara la vida, son inciertas muchas veces.
ResponderEliminarAsi es amiga, desconcertante... me impresiono pero no lo juzgo... Gracias por tu comentario!
EliminarGENIAL E IMPACTANTE COMO SIEMPRE AMIGA... REFLEJAS TODO DE UNA MANERA SENSIBLE, FACIL Y SOBRE TODO CON AMOR.... ME GUSTO!!!
ResponderEliminarGracias por el comentario solidario.
EliminarEl ser humano, a veces reaccionamos de formas "racional" social o "antisocial" delante de un sistema muy social. Impredecible somos, in aceptadas, son muchas las persona inteligentes, que reaccionan más con el alma "loca" delante de la in cordura de esta vida. Cualquier detalle que nos haga volver por un segundo a aquella percepción anterior y dentro de aquella normalidad, nos permitirá por un segundo a ser otra vez, una décima de segundo feliz.
ResponderEliminarSon elecciones sorprendentes, nadie puede decir si acertada o no... verdad? gracias por tu aporte.
EliminarBuena historia me ha recordado la de un clochard que conoci en León, algo similar. Gracias
ResponderEliminarSi Mabel, tantas historias rodando por las calles de la angustia, gracias por pasar y adorner mi blog.
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