Era uno de esos simples días callados
cuando solo los inocentes cantan
cuando los pájaros vuelan en rondas
y las nubes no se deciden a estar…
Era un día insulso, sin color definido,
sin olores ni movimientos claros.
Si, un día insípido y sin nombre,
cuando llegó, tenue, la ráfaga de tu voz.
Y en un instante el escenario todo,
los sentimientos, la vida, el cielo,
los colores y las miradas cruzadas
Todo cambió para y por siempre.
Desde entonces llueven flores rojas
y corazones de papel planean suaves
en un cielo diferente, lleno de ofrendas
y de sonrisas multiplicadas en la gente.
Hay un eco permanente de ‘te amo’
Hay pájaros atrevidos rondando cuerpos
Y las espaldas se contonean serpenteando
Al compás de la caricia adivinada en la
niebla.
Solo se necesitaba la magia de tu nombre,
solo se esperaba la decisión del reloj
eterno,
y un engranaje precisamente desordenadonos ataba de, buena gana, al carro del amor.
Mónica Ivulich, d.r.,
Francia 2014
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