miércoles, 28 de octubre de 2015

El cuadro inconcluso de Mario (cuento) (Las imagenes son de la red)

Mario es un hombre formal, siempre bien arreglado, cumplidor en su trabajo, cariñoso con su familia, honrado.
Llega siempre puntual, ya sea al trabajo o a una cita de cualquier tipo. Sus jefes no tienen quejas de su trabajo –siempre cumplido- ni como empleado solícito ni como persona siempre correcta, pero ha tenido menos ascensos que los demás.  Sus novias no han tenido problemas con él, siempre amable y correcto, pero -poco a poco- fueron  siendo Ex sin darse cuenta.
Mario es un solterón sin proponérselo. Un solitario que no se plantea más que su forma de vida y, su eterna sonrisa podría dejar entrever que es feliz. Sólo, quienes lo frecuentan o conocen bien saben de ese brillo en su mirada que encierra tristeza.
Si, vive solo en un departamento de dos dormitorios, cuya hipoteca abona sagradamente en cuanto cobra (y que pronto terminará de pagar). Es un lugar acogedor, limpio, sin lujo alguno. Los cuadros que adornan las paredes fueron pintados por sus manos durante los fines de semana que no tuvo programas con su familia o amistades. Los más.
Su estudio se instaló en el dormitorio pequeño desde que compró la propiedad, nunca hubo intención de que la habitara un niño.
Es que Mario no tiene ambiciones, ni piensa en el futuro. Se levanta a bañarse y acicalarse para el trabajo, deja la cama hecha y la cocina limpia después de desayunar; vuelve a cocinar y limpia todo antes de dormir. Los sábados se ocupa de su ropa, compras y de la limpieza general. Por la noche leerá algún libro, aunque, muy de vez en cuando tiene un compromiso y sale. Los domingos se permite dormir una hora más, ir a misa y almorzar con sus padres, por la tarde pinta.


La madre ya no pregunta si se casará o no, la misma sistemática sonrisa de Mario ha terminado por convencerla de que no le dará nietos.  Por lo menos –piensa- es el único que los visita sin faltar domingo. El único que no tiene problemas económicos ni con su mujer. Además, sus cuñadas lo quieren por su amabilidad y buen trato. Los sobrinos lo admiran porque sabe un poco de todo y por ser el único rubio de la familia. Lo tienen como modelo. Sus hermanos le respetan y –así como él no se mete con sus ideas políticas, deportivas, ni ningún otro tema- ellos no se inmiscuyen en su vida.



Su padre se sienta con él a conversar de pintura o
comentar algún libro. Mario le cuenta que está pintando un cuadro que le da un poco de trabajo, es un grupo pictórico. Representa a sus padres y hermanos en primera fila, luego cuñadas, más atrás, jefes y compañeros de trabajo, amigos –pocos- y, jugando por el suelo, los sobrinos. Forman una especie de semicírculo. Nunca había pintado tanta gente. Casi siempre son paisajes de la ciudad o sus alrededores.
Quedan citados para desayunar el próximo domingo para mostrarle sus adelantos, antes de la misa y el almuerzo con mamá.
Mario se esmera en terminar detalles para que el padre pueda identificar los personajes familiares en la pintura. También agrega en la lista de compras lo que a papá le   gusta desayunar. Se puede decir que es un hombre precavido.
Esa semana sentirá un poco de ansiedad por la visita del padre, no es corriente que haya otra persona en su departamento. Además, mostrarle su pintura es, un poco, sentirse expuesto. Pero sabe que su padre tiene un genio sensible y amable, nunca haría una mala crítica.

Cuando, por fin, llega el domingo, Mario no descansa su hora extra, pues quiere agasajar a su padre con las delicias de la panadería, recién sacadas del horno y que, cuando se reúnan, esté todo servido.
 El padre de Mario llegará puntual y alegre de acudir a  la casa de su hijo consentido. Como siempre admirará la pulcritud y el gusto sencillo de su hijo. - “Esta si es una casa para relajarse.” -dirá nuevamente, y ambos se saludarán con cariño y respeto, antes de sentarse a desayunar. 

Después de recoger todo, Mario encamina a su padre al estudio de pintura. Las paredes están desnudas y el blanco impera por doquier, excepto en los tubos de pintura. Atril, silla, mesa pequeña para poner pinceles u otros utensilios y estantes con libros de pintura es todo lo que se puede encontrar allí.
-                       “Vaya” – dice el padre- “muy interesante. Realmente diferente a lo que has hecho hasta ahora. Y creo reconocerme aquí… -se sonríen- tu madre…”
-                       “Me alegra que no te disguste y reconozcas a la familia…”
-                       “Pues si… todos menos tú… o eres este que parece un niño jugando, por el cabello rubio digo, porque no puedes tener la misma edad de tus sobrinos, ¿verdad?”
-                        “Ahora que lo dices… no fue mi intención aparecer en ninguna parte, pero no sé quién es. Te dije que había cosas extrañas en este cuadro. A veces me siento que no soy yo quien lo pinta. Ni siquiera sé cómo lo terminaré.”
-                       “Están todos mirando hacia un centro, ¿sabes que habrá allí?” –Mario niega con la cabeza- “Pues, llámame cuando lo termines, me intriga."

Ríen los dos y se disponen para ir caminando a la Iglesia mientras comentan sobre el cuadro y sus posibilidades
Pasaran semanas sin que se mencione el tema hasta que Mario le diga al padre que algo nuevo está apareciendo en el cuadro pero se lo mostrará en cuanto se defina mejor. El padre sonríe y se rasca la cabeza mientras la madre sirve el postre.

El próximo sábado Mario llamará para decir a su madre que tiene dolor de cabeza y que, seguramente, le convendrá reposar ese domingo para no terminar con resfriado. Escuchará las recomendaciones maternales antes de salir por las compras  y volver a mirar su cuadro casi completo.  Tiene una urgencia inusual en ponerse a pintar. Pero no alterará sus hábitos, excepto el dominical, por primera vez en años.


Durante la semana el padre queriendo indagar por su salud se enterará que hay un personaje nuevo en la pintura y que, supuestamente, con este detalle dará por terminado el grupo pictórico. Por lo que el próximo domingo se verán nuevamente en el departamento.
Mario prepara el desayuno y espera a su padre con impaciencia.
Una vez que pasan al taller, Mario se siente nervioso y el padre sorprendido. Realmente es diferente a todo lo que ha pintado hasta ahora… -“y lo que todos miraban es un cuerpo en el suelo, muy interesante”- dirá mirando atentamente –“lo has resuelto bien… pero ¿Por qué está allí? ¿Ha muerto?”
-                       “Papá, no lo sé. Hay algo que me lleva a pintarlo y no sé por qué ni, quién es.”
-                         “Pues te ha quedado muy bien. ¿Dónde lo colgarás?”
-                       “No lo sé… que extraña pregunta, papá, pensé que me ayudarías a dilucidar el tema. No se te ocurre nada, ¿qué le paso a la mujer? ¿por qué todos mirándola…?”
-                       “Parece un desmayo… y el chico rubio ahora no parece jugar sino mirarla a ella, quiere tocarla, creo”
-                       “Si, serán familia, porque ella es rubia también”
-                       “Vamos yendo a la misa…”
Mario siente un poco de frustración por la poca acogida que su padre dio al cuadro.
Con el tiempo hasta lamentará haberlo pintado y lo pondrá a un costado del taller sin siquiera darle un acabado ni colgarlo. Tratará de comenzar otros, pero su gusto por la pintura ha desaparecido casi por completo. Por otro lado, en esos días los padres le presentan una muchacha muy agradable, Amelia, quien ocupará las tardes de sus domingos con salidas y paseos, cuando llega el invierno se visitarán en sus respectivas casas. La madre de Amelia es una vieja conocida de su familia y le cuenta aventuras escolares de la madre que Mario desconocía. Realmente se siente muy a gusto con ellas.

Para el cumpleaños de Mario las invitará a su casa para el té dominical. Amelia traerá un pastel con velitas y su madre –Carlota- un licor que Mario saborea. Ambas comentarán sobre la afición de la pintura, pero Mario les dice que cree que es cosa del pasado, hace meses que no disfruta frente a una tela.
-                       “Y ¿eso? ¿Qué te ha hecho dejarlo?”
-                       “Nada en particular –dice él- pero después de mi último cuadro, que hice muy entusiasmado, se fue mi interés, tal vez me vuelva y lo retome luego, o lo cambie por otra cosa, no sé.”
-                       “Muéstrale a mi madre lo que pintaste, porque no es como los otros, ni paisaje bucólico ni marina ni ciudad, es gente…muéstrale, por favor”
-                       “Vengan al taller, no lo he sacado de allí, no sé qué hacer con él, tal vez te lo regale si te gusta…”   
Entran al taller y Mario descubre el cuadro. Carlota mira sorprendida primero y espantada luego…
-                       “ ¿Que pasa madre? Te has puesto pálida…”
-                       “Nada hija, me ha recordado algo del pasado, pero ya está, terminaré el licor y estaré mejor. A veces la presión me baja, no se preocupen.”
Mario vuelve a tapar el cuadro, pero frunce el ceño. Algo lo inquieta. Una vez que Carlota recupera el color Amelia propone que él abra los paquetes. Debe repetir la sugerencia porque Mario está abstraído en sus pensamientos.
-                       “Carlota, por favor, dígame que vio, mi padre también reaccionó en forma extraña cuando le mostré la pintura.”   
-                       “Y ¿Qué dijo tu madre?” –pregunta Carlota- “ella debe opinar…”
-                       “No se lo mostré.” –dice Mario mientras comienza a abrir los paquetes de regalo.

La semana siguiente Mario se encamina con el cuadro a casa de sus padres y, antes que llegue la familia, o algo se lo impida, lo destapa frente a su madre quien da un grito alarmante.
-                       “¿Qué pasa madre?”
-                       “¡Ella es tu madre, el día que murió!”
-                       “¿Que dices?”
Mario se sienta junto a su madre, el padre le pone una mano en el hombro…:
-                       “Debimos decirlo antes… pero, no pudimos…”
-                        “Era mi amiga y siempre me viste como tía, fue fácil que me vieras como madre y te cuidé, luego me casé con tu padre, pero no me animé a decirte nada…”

AHORA, querido lector, elije un final…

1.                   Mario sigue igual y solamente indaga sobre la personalidad de su verdadera madre.

    a.     Su madre era infiel al padre
    b.      Era lesbiana
    c.       No amaba a su marido
    d.     Era pintora y amaba al arte sobretodo.
    e.       Era muy religiosa y solo prestaba atención a la religión.
    f.        Era hippy
    g.     Era una mujer normal que tuvo un accidente en la calle.
    h.     Tenía problemas psiquiátricos.
    i.         Otra opción.

2.                  Se descubre un crimen.

    a.    La envenenaron
    b.    Un asaltante callejero le dio un mal golpe
    c.     Una bala perdida de un policía que intentaba disparar a un prófugo…
    d.    Su actual madre…
    e.     Su padre…
    f.       Una venganza de otro hombre
    g.    Otra opción.

3.                  Mario decide cambiar de vida y:
    a.                 Se hace hippy y vive de su pintura
    b.                 Se hace espiritual y viaja a India
    c.                  Se casa y tiene hijos
    d.                 Se distancia de la familia convirtiéndose en un ermitaño
    e.                  Cambia sus hábitos consiguiendo ascensos meteóricos y mujeres por doquier
    f.                    Otro a su elección

4.                 Expone el cuadro y gana premios.

5.                  ¿Otra (5ta.) posibilidad?



POR FAVOR: escribe tu respuesta u opción en COMENTARIOS de este blog: ¡Muchas gracias! 
Mónica Ivulich
DR2015Fr

6 comentarios:

  1. LA DESCRIPCION DE LAS COSTUMBRES DE MARIO, ES DUPLICADO DE MUCHIOS HOMBRES, QUE ESTANDO SOLOS, OPTAN POR VIVIR UN SANO ESTILO DE VIDA- CLARO,NADIE ES PERFECTO.- VIVIR ES MUY PERSONAL, NO HAY NEGATIVO PARA JUZGAR.-

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    1. Gracias Jorge, no me referia a juzgar sino a usar la imaginacion para darle un final al cuento, de todas maneras Muchas gracias!!

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  2. La verdadera madre de Mario (la llamaré Nora), era pintora y amaba el arte. Le era infiel a su marido con Carlota, con la que descubrió que era lesbiana, las dos se amaban con un amor cómplice e incondicional. Carlota siempre sospechó que el padre de Mario la envenenó porque descubrió que entre ellas había algo más que amistad, pero no podía demostrarlo.Tiempo después de la muerte de Nora, Carlota recordó un detalle que en en aquellos días no le dio mayor importancia. Recordó al padre de Mario trayéndoles al invernadero el refresco favorito de Nora: Miranda de naranja, que Carlota no probó. Mario decide cambiar de vida, se hace hippy, y viaja a India, alejándose de la familia. Con los años expone el cuadro y ganas premios. La incógnita del crimen para Carlota es más que evidente, y siempre sobrevuela sobre sus presentimientos, pero nunca fue capaz de decirle nada a nadie, solo se atrevió a comentárselo a su hija Amelia, la cual intentó en numerosas ocasiones volver a saber de Mario.

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    1. Me encanto tu final! ay ay esas chicas tan picaras! Un abrazo Inma y muchas gracias!

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  3. Me gusta tu ingenio y tu picardía, es lo que le falta a la vida de Mario... GRACIAS!

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