He guardado mi amor en el ropero,
Cada tanto lo aireo y desempolvo…
yace guardado junto con la ropa
esa, fuera de temporada y de talla…
Un amor prístino tamaño esperanza,
por falta de uso, se ve amarillento
como las viejas fotografías, casi ocre.
No lo he puesto en el arcón del olvido,
no me animo a darle archivo y espero…
quizás un día, en medio de una mudanza
se transforme en mariposa nueva y vuele
posándose en el misterio de unos labios
tan conocidos, que no supieron conocerme
He guardado mi amor en el ropero,
Cada tanto lo aireo y desempolvo…
yace guardado junto con la ropa
esa, fuera de temporada y de talla…
Tal vez en un arrebato de entusiasmo,
como cuando me ciñe con sus brazos vacíos,
recuerde los días de felicidad intensa,
no esa felicidad vaga de tarjetas navideñas
sino la profunda, la que da valor a la vida
nos llena de sentido y de constante arrojo:
para planear sobre el abismo y sentirse vivo,
afrontar el infierno y, escaldado, tocar cielo,
naufragar en ternura despojándose del miedo,
desnudarse frente al espejo abrazando el alma.
Acaso un día, libere al amor de su percha,
y lo lleve a limpiar de sus pasados marchitos.
¿Dejará, entonces, de asomarse a esa ventana,
suspendido de una flor blanca, excéntrica,
que ilumina la noche, rodeada de espinas?
Mónica Ivulich
DR2016Fr
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