Paso frente al viejo banco, donde nos sentamos a
veces de regreso de nuestras caminatas…
Por alguna razón siento que me reconoce y hasta me
saluda…
No me detengo, no sea que me pregunte por ti… no
es tiempo de hablar, solo me salen palabras mojadas cuando te nombro… mejor
sigo camino.
Sé que mi cansancio no es físico, que si quiero
sentarme es por melancolía, por traer recuerdos y vivencias… pero, no lo haré. Sólo
saludaré al viejo banco… que tan solo se ve… se nos ve.
Le dedico una sonrisa y alguna foto, le digo que
le quedan muy bonitas las flores de alrededor… no menciono para nada las marcas
del tiempo y de la espera en sus vetas, ni de la decoración que le regalaron
palomas y otras aves… ¿para qué? Si, además, estamos iguales…
El viejo banco testigo de un tiempo que aún está latente en la memoria. Sin embargo, no llega a ser imperioso sentarse, es suficiente con verlo, que la mente aún lo recuerde y tomarle una foto como para que él se sienta importante a pesar de los descuidos. Muy bueno tu relato breve. El objeto que sintetiza vivencias compartidas. Abrazo.
ResponderEliminarMuchas gracias Juana, abrazo para ti.
EliminarEl banco siempre existe.
ResponderEliminarGracias Saul!
EliminarGracias Saul!
EliminarGracias Saul!
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