Tras la entrega de diplomas y, todavía embriagados
de cantos alusivos, nos reunimos en el ‘boliche’ de enfrente; por lo bajo
convinieron que “ni palabra a la gordi.”
Justo a la gorda, madre adoptiva de todo el grupo,
justo a ella que no se escapaba ni un suspiro (y, menos, los suspiros); pero,
por esta vez, confabulación en marcha, quedó fuera de la ronda de gaseosas y
opiniones sobre como festejarle “dignamente” su orondo cumple.
A la vez, queríamos matar un segundo pájaro con la
misma fiesta y despedir el año, la secundaria, los delantales y, sobretodo, al
conjunto folklórico del establecimiento, cuando nos fuéramos no habría nadie
que lo continuara.
Este conjunto folklórico era nuestro orgullo
porque lo habíamos formado voluntariamente y de forma independiente, sin
profesores de por medio; también lo era para nuestra escuela, ya que fue el único
en representarla en televisión.
El asunto que nos ocupaba ahora era hacer una buena
fiesta de broche final:
-“Que sea con empanadas y vino, de un grupo autóctono
no cabe otra.”
-“Claro, las mujercitas al repulgue y la cocina y
los zánganos botellita en mano… ¡Ja! ¡No cabe otra!”
-“¡Ufa con las niñas! Linda generación de madres
nos espera, como si alguna de ellas pudiera descorchar una botella de vino”
-“Para eso los compramos con tapita a rosca,
cielo.”
-“Hablo de buen vino, preciosa, no de kerosene.”
-“Bueno, paren, yo creo que lo mejor es que cada
uno lleve lo que se le antoje, porque yo tomo litros de gaseosas y no puedo ni
oler el vino.”
Fue Silvia la que terminó la discusión con esta
protesta pecosa y su sonrisa de revista femenina de la década del 50.
Y, sin mas, nos descolgamos en casa de la mamina
grupal que nos esperaba con torta, sidra y la sorpresa de no sorprenderse pero,
si feliz de vernos y más aun con la serenata dedicada por los solistas del
conjunto que abrió la ultima parranda de ese grupo que se unía folklóricamente con
la música, las anécdotas, la juventud y las ilusiones, ahora en franca
despedida, cambio de vida y entonces: la etcétera obvia de coma-chupe-charla-canciones-risas-juegos-baile-discos-él…
…él,
tan arábigo, tan sentado a-mi-lado, con sus manos ovillando las mías y recordándome
aquel paseo por la isla, meses atrás, con toda la estudiantina… y aquella
caricia de su-mano-en-mi-vientre-noche después de una mañana deportiva y una tarde
de patada ridícula en mi canilla de mujer-jugando-football contra varón
absurdamente con zapatos, tan duros bajo el sol estrellando el agua oscura de
ese río ya oscuro, casi negro
…negrísimo
en la noche con su caricia-en-mi-vientre-sobre la lancha después del partido y
el asado criollísimo, carne argentina, caraj…: -“no, no, esta carne la traen de
Uruguay, ¿sabe…?” -“…es lo mismo amigo, lo mismo”; luego la caminata digerir la
carne, vino y fruta isleña, chiquita pero sabrosa, charlando sobre lo que leímos,
escribimos, el surrealismo, los sueños, viajes y su-mano-en-mi-vientre-noche
…aquella noche sobre la
lancha llena de guitarras-grillos y voces-sapos cancioneros; después de los
mates y torta-fritas, los juegos con prendas algo sado-masoquistas y
propiciatorias de “ambiente”, sensualidades y otros temas con gusto a la
caricia de su mano en mi vientre aquella noche en que en que el cielo y el río era un solo telón a nuestro rededor,
…sobre la
lancha adornada de grillos y risas esfumadas en aquel… mi primer beso, desvirgue
oral con su lengua áspera para mi sorpresa y mi placer; tela-araña magnífica
tejida por nuestra baba pegajosa para nuestra sorpresa y nuestro placer.
Placer
suspendido, congelado y último, (desde abril de ese mismo año que ahora estaba por
terminar) porque su trabajo-estudio-raye y mis exámenes-timidez-contradicciones
y mil etcéteras o millones y… ahora,
vibrando, los dos sentados, él en la arista de mi vértigo como esperando, como
con temor, como si pero sabiendo que no…
…que no sabiendo que hacer
con esa sensualidad recién parida y desbordaba, se derramaba desde poros
desconocidos, burbujeaba en mi boca, mis dedos implacables aunque
cigarrillos-sidra-baile
…bailamos en el jardín, tratando
de no pisar flores, apretándonos como si los canteros nos dejaran poco espacio,
mientras los vecinos aburridos se removían bajo las sábanas rezongonas que ‘éstas
no son horas’. Y la brisa fresca de la madrugada se llenó de rocío plateado que
enfriaba primero los cabellos y nos seguía por los brazos de féminas, entonces
“ellos” comprensivos de nuestra desnudez de soleras-antes-de-tiempo protegieron
nuestras ropas de moda caprichosa, con sus ponchos serenateros, que en un grupo
telúrico no cabe otra, y continuamos algo mas achinadas, cansadas y con abrigo
de la mantas camperas.
Cuando ellos también sintieron frío, a través de
la camisa, extendieron el poncho-dos-plazas pasando ambas cabezas por la única
abertura y cada pareja se convirtió en una símil-carpa a cuatro patas, ahora más
apretados sin que los canteros se movieran de su lugar.
Cuando se calló la música, sentí como una humedad
tibia que me magnetizaba desde los hombros a los tobillos y no me podían
desprender de su humedad tibia fascinada…
…con su
mano-en-mi-vientre-noche-de-cielo-frío…
La cháchara de los demás se hizo una cascada
disonante, ajena a nuestra armonía de poros encantados, y caminamos en el
automatismo propio de esa, mi primer calentura total, salimos a la calle-noche,
bajo una viscosidad de poncho y perfume a jazmín, hablando-des-hablando y
encontrando el primer punto concreto de apoyo a esta bruma de sensaciones: estudiaríamos
en la misma universidad y sonreímos a un futuro y un presente con abrazo de
poncho y zaguán anónimo tipo novela barata que sucedía al sur y mas allá por
todos los barrios me hurgaba su lengua, las manos tomando el camino de cintura
hacia las flores, capullos prontos a madurar…
Las sombras quedaron suspendidas, mi inteligencia entumecida
bajo su piel que, en suave tiranía, se apoderaba de cada rendija por donde podía
iniciar un pensamiento y lo transformaba en fantasías sensuales con su remolino
de manos deshaciendo mis casi-no, enredando mis pelos con mi entendimiento que
giraba junto con la noche-calle-río-poros-latidos de mi piel-nalgas-vientre
bajo un poncho enroscado en ropas ya fuera de lugar, botones saltados, piernas hábilmente trabadas por bragas hechas
un lío, brazos serpeando por canales del placer con cinco cabezas que buscan,
en el mapa anatómico, el lugar estratégico marcando con la “X” genital,
mientras la lengua no dejaría de hurgar intricados huecos sensuales,
envolviendo y capturando los suspiros derramados por mis orejas, encías,
cuello, pechos… donde se derretían mis últimos y pequeños ‘noes’ y sólo atinaba
a bosquejar mentalmente la pregunta infantil de cómo es que ese bulto aun no se
abría paso entre los botones-rejas, saliendo de su celda-slip, pero mi pregunta
se diluyó cuando la tensión llegó al máximo y doblegó las neuronas ante la
dictadura dulce que ejerció sobre mi clítoris (que merece un apelativo mas
dulce, en fin).
Una vez alcanzada mi torre de control inevitablemente se abrió
el poro maestro y ya nos integramos en una pegajosidad de dos cuerpos-ponchos, con
mi voluntad resbalando sobre su cuerpo salado y moreno, ostentoso en un sexo
que bebe la primer fiebre del mío, vientre asombrado, clítoris excitado donde comenzaron
a girar rayos lumínicos, noches desveladas en borrachera de sensaciones en el zaguán
dilatándose, arqueándose mientras su piel transforma mis regiones desérticas en
hospitalarias, abriendo brechas heroicas, hacia el polo inferior de mi éxtasis
y aplicando electrodos sobre remolinos de pelos y ropa y baba que parecía
mentira tanto en tan poco poncho…
Y claro, en ese tremedal era difícil no caer al
suelo blandamente, sobre todo cuando él empezó a separarme las rodillas que seguían
torpemente juntas, perdón es que… y si, el camino se aclaró pero primero debió bordear
el cráter angosto y tibio, puerta del canal ignoto y prometedor como el cuerno
de la abundancia, entonces ascender súbitamente hacia la meta final… con una
valla inesperada y sorpresiva que, por desprevenido, le hizo detenerse y
resbalar en retroceso porque esa barrera no es solo de piel sino de prejuicios
y miedos ancestrales, entonces, su propio sexo, anhelante de caminos húmedos, enmarañado
en bellos mutuos quien asumió el bochorno de sentirse atrapado, alejado de su
voluntad y el asombro lo congeló…
Los minutos vuelven al reloj, su lengua resbala
desde mi garganta, las pieles toman nota del sudor ajeno, los ojos se abren al zaguán
tenebroso, a la dureza del piso, a la flacidez de su falo arrepentido,
defraudado, a las arrugas en la ropa y él con esa tontería de pregunta “pero, entonces,
vos …¿nunca antes…?”
Nunca antes… cayéndonos los dos como títeres a los que súbitamente
cortaron los hilos y quedan ridículamente articulados buscando el lugar de cada
ropa y botón, sin hallar nada más que la torpeza y mucho menos la respuesta a
esta vergüenza mutua de que el músculo duerma y la intención descanse en una
melaza casi tanguera de desazón y de absurdo de no querer saber más que de botones
propios y de alejarnos cada uno a su rincón dentro de aquel poncho sin vigencia
ahora transformado en un “bonete de asno”
en el aula equivocada, cerrada por fin de curso.
Mónica Ivulich, 1969, d.r.
Muy buena descripción, me encantó
ResponderEliminarGracias Mabel, siempre con tu dulzura realzas mis letras.
EliminarDiossss..me abdujo por completo, qué maravilla, me cautivó el hilo de la narración, qué maestría para robar el aire y hacer vibrar con cada movimiento poético...Fantástica narrativa!
ResponderEliminarQue hermoso que el relato te haya cautivado, te devuelvo tu aire, no quiero te pongas azul de esa manera, jeje... eres maravillosa mi amiga! gracias por tu mirada en mis letras!
EliminarEsto en mi país no hubiese sido impedimento, sino más bien un leitmotiv, exagerado por se ese macho que desflora... caníbal del sexo o como se quiera llamar... Me gustó ese poncho, que hubiese sido bueno para cierto tiempo... Gracias Monica
ResponderEliminarQue buena tu lectura, me alegro que te gustara el poncho, un abrazo agradecido.
EliminarMónica. Admirada Mónica. Monica sebsible y generosa...Que placer de relato!! Una prosa que es poética aun, tal vez , sin que te lo hayas propuesto. Une sano humor y criollismo, en un relato de noches de parrandas sanas, comidas, baile y magia criolla.
ResponderEliminarY el poncho....¡ como me gustó ! cubriendo y arrugando, protegiendo y enredando! que bella imagen de sensualismo íntimo y real. Sí....coincido en que el clítoris merecería un apelativo más " bello y musical"....pero es lo que hay ( quedan los sobrenombres infantiles). Un trabajo lleno de magia y seducción.Por momentos de una comicidad suave y plena de figuras vívidas. Gracias Monica Ivulich
Querido poeta, tu comentario me alaba, es un privilegio contar con tu aprobacion, muchas gracias!
EliminarExcelente Mónica, excelente!!!
ResponderEliminarGracias estimado Jose A Ibarrechea, me alegra tu opinion, te agradezco de corazon.
EliminarEn verdad es Excelente. Siempre nos envuelves en tus palabras y nos haces adentrarnos con todas nuestras emociones y sentimientos.
ResponderEliminarZoraya querida: te agradezco tus palabras!!! eres muy generosa conmigo. Gracias!
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