viernes, 27 de diciembre de 2013

El poncho


 
Tras la entrega de diplomas y, todavía embriagados de cantos alusivos, nos reunimos en el ‘boliche’ de enfrente; por lo bajo convinieron que “ni palabra a la gordi.”
Justo a la gorda, madre adoptiva de todo el grupo, justo a ella que no se escapaba ni un suspiro (y, menos, los suspiros); pero, por esta vez, confabulación en marcha, quedó fuera de la ronda de gaseosas y opiniones sobre como festejarle “dignamente” su orondo cumple.
A la vez, queríamos matar un segundo pájaro con la misma fiesta y despedir el año, la secundaria, los delantales y, sobretodo, al conjunto folklórico del establecimiento, cuando nos fuéramos no habría nadie que lo continuara.
Este conjunto folklórico era nuestro orgullo porque lo habíamos formado voluntariamente y de forma independiente, sin profesores de por medio; también lo era para nuestra escuela, ya que fue el único en representarla en televisión.
El asunto que nos ocupaba ahora era hacer una buena fiesta de broche final:
-“Que sea con empanadas y vino, de un grupo autóctono no cabe otra.”
-“Claro, las mujercitas al repulgue y la cocina y los zánganos botellita en mano… ¡Ja! ¡No cabe otra!”
-“¡Ufa con las niñas! Linda generación de madres nos espera, como si alguna de ellas pudiera descorchar una botella de vino”
-“Para eso los compramos con tapita a rosca, cielo.”
-“Hablo de buen vino, preciosa, no de kerosene.”
-“Bueno, paren, yo creo que lo mejor es que cada uno lleve lo que se le antoje, porque yo tomo litros de gaseosas y no puedo ni oler el vino.”
Fue Silvia la que terminó la discusión con esta protesta pecosa y su sonrisa de revista femenina de la década del 50.
Y, sin mas, nos descolgamos en casa de la mamina grupal que nos esperaba con torta, sidra y la sorpresa de no sorprenderse pero, si feliz de vernos y más aun con la serenata dedicada por los solistas del conjunto que abrió la ultima parranda de ese grupo que se unía folklóricamente con la música, las anécdotas, la juventud y las ilusiones, ahora en franca despedida, cambio de vida y entonces: la etcétera obvia de coma-chupe-charla-canciones-risas-juegos-baile-discos-él…
                                     …él, tan arábigo, tan sentado a-mi-lado, con sus manos ovillando las mías y recordándome aquel paseo por la isla, meses atrás, con toda la estudiantina… y aquella caricia de su-mano-en-mi-vientre-noche después de una mañana deportiva y una tarde de patada ridícula en mi canilla de mujer-jugando-football contra varón absurdamente con zapatos, tan duros bajo el sol estrellando el agua oscura de ese río ya oscuro, casi negro
    …negrísimo en la noche con su caricia-en-mi-vientre-sobre la lancha después del partido y el asado criollísimo, carne argentina, caraj…: -“no, no, esta carne la traen de Uruguay, ¿sabe…?” -“…es lo mismo amigo, lo mismo”; luego la caminata digerir la carne, vino y fruta isleña, chiquita pero sabrosa, charlando sobre lo que leímos, escribimos, el surrealismo, los sueños, viajes y su-mano-en-mi-vientre-noche
                                                                                               …aquella noche sobre la lancha llena de guitarras-grillos y voces-sapos cancioneros; después de los mates y torta-fritas, los juegos con prendas algo sado-masoquistas y propiciatorias de “ambiente”, sensualidades y otros temas con gusto a la caricia de su mano en mi vientre aquella noche en que en que el cielo  y el río era un solo telón a nuestro rededor,
                                                                                           …sobre la lancha adornada de grillos y risas esfumadas en aquel… mi primer beso, desvirgue oral con su lengua áspera para mi sorpresa y mi placer; tela-araña magnífica tejida por nuestra baba pegajosa para nuestra sorpresa y nuestro placer.
  Placer suspendido, congelado y último, (desde abril de ese mismo año que ahora estaba por terminar) porque su trabajo-estudio-raye y mis exámenes-timidez-contradicciones y mil etcéteras  o millones y… ahora, vibrando, los dos sentados, él en la arista de mi vértigo como esperando, como con temor, como si pero sabiendo que no…
                                …que no sabiendo que hacer con esa sensualidad recién parida y desbordaba, se derramaba desde poros desconocidos, burbujeaba en mi boca, mis dedos implacables aunque cigarrillos-sidra-baile
          …bailamos en el jardín, tratando de no pisar flores, apretándonos como si los canteros nos dejaran poco espacio, mientras los vecinos aburridos se removían bajo las sábanas rezongonas que ‘éstas no son horas’. Y la brisa fresca de la madrugada se llenó de rocío plateado que enfriaba primero los cabellos y nos seguía por los brazos de féminas, entonces “ellos” comprensivos de nuestra desnudez de soleras-antes-de-tiempo protegieron nuestras ropas de moda caprichosa, con sus ponchos serenateros, que en un grupo telúrico no cabe otra, y continuamos algo mas achinadas, cansadas y con abrigo de la mantas camperas.
Cuando ellos también sintieron frío, a través de la camisa, extendieron el poncho-dos-plazas pasando ambas cabezas por la única abertura y cada pareja se convirtió en una símil-carpa a cuatro patas, ahora más apretados sin que los canteros se movieran de su lugar.
Cuando se calló la música, sentí como una humedad tibia que me magnetizaba desde los hombros a los tobillos y no me podían desprender de su humedad tibia fascinada…
               …con su mano-en-mi-vientre-noche-de-cielo-frío…
La cháchara de los demás se hizo una cascada disonante, ajena a nuestra armonía de poros encantados, y caminamos en el automatismo propio de esa, mi primer calentura total, salimos a la calle-noche, bajo una viscosidad de poncho y perfume a jazmín, hablando-des-hablando y encontrando el primer punto concreto de apoyo a esta bruma de sensaciones: estudiaríamos en la misma universidad y sonreímos a un futuro y un presente con abrazo de poncho y zaguán anónimo tipo novela barata que sucedía al sur y mas allá por todos los barrios me hurgaba su lengua, las manos tomando el camino de cintura hacia las flores, capullos prontos a madurar…
Las sombras quedaron suspendidas, mi inteligencia entumecida bajo su piel que, en suave tiranía, se apoderaba de cada rendija por donde podía iniciar un pensamiento y lo transformaba en fantasías sensuales con su remolino de manos deshaciendo mis casi-no, enredando mis pelos con mi entendimiento que giraba junto con la noche-calle-río-poros-latidos de mi piel-nalgas-vientre bajo un poncho enroscado en ropas ya fuera de lugar, botones saltados,  piernas hábilmente trabadas por bragas hechas un lío, brazos serpeando por canales del placer con cinco cabezas que buscan, en el mapa anatómico, el lugar estratégico marcando con la “X” genital, mientras la lengua no dejaría de hurgar intricados huecos sensuales, envolviendo y capturando los suspiros derramados por mis orejas, encías, cuello, pechos… donde se derretían mis últimos y pequeños ‘noes’ y sólo atinaba a bosquejar mentalmente la pregunta infantil de cómo es que ese bulto aun no se abría paso entre los botones-rejas, saliendo de su celda-slip, pero mi pregunta se diluyó cuando la tensión llegó al máximo y doblegó las neuronas ante la dictadura dulce que ejerció sobre mi clítoris (que merece un apelativo mas dulce, en fin).
Una vez alcanzada mi torre de control inevitablemente se abrió el poro maestro y ya nos integramos en una pegajosidad de dos cuerpos-ponchos, con mi voluntad resbalando sobre su cuerpo salado y moreno, ostentoso en un sexo que bebe la primer fiebre del mío, vientre asombrado, clítoris excitado donde comenzaron a girar rayos lumínicos, noches desveladas en borrachera de sensaciones en el zaguán dilatándose, arqueándose mientras su piel transforma mis regiones desérticas en hospitalarias, abriendo brechas heroicas, hacia el polo inferior de mi éxtasis y aplicando electrodos sobre remolinos de pelos y ropa y baba que parecía mentira tanto en tan poco poncho…
Y claro, en ese tremedal era difícil no caer al suelo blandamente, sobre todo cuando él empezó a separarme las rodillas que seguían torpemente juntas, perdón es que… y si, el camino se aclaró pero primero debió bordear el cráter angosto y tibio, puerta del canal ignoto y prometedor como el cuerno de la abundancia, entonces ascender súbitamente hacia la meta final… con una valla inesperada y sorpresiva que, por desprevenido, le hizo detenerse y resbalar en retroceso porque esa barrera no es solo de piel sino de prejuicios y miedos ancestrales, entonces, su propio sexo, anhelante de caminos húmedos, enmarañado en bellos mutuos quien asumió el bochorno de sentirse atrapado, alejado de su voluntad y el asombro lo congeló…
Los minutos vuelven al reloj, su lengua resbala desde mi garganta, las pieles toman nota del sudor ajeno, los ojos se abren al zaguán tenebroso, a la dureza del piso, a la flacidez de su falo arrepentido, defraudado, a las arrugas en la ropa y él con esa tontería de pregunta “pero, entonces, vos …¿nunca antes…?”
                                                            Nunca antes… cayéndonos los dos como títeres a los que súbitamente cortaron los hilos y quedan ridículamente articulados buscando el lugar de cada ropa y botón, sin hallar nada más que la torpeza y mucho menos la respuesta a esta vergüenza mutua de que el músculo duerma y la intención descanse en una melaza casi tanguera de desazón y de absurdo de no querer saber más que de botones propios y de alejarnos cada uno a su rincón dentro de aquel poncho sin vigencia ahora  transformado en un “bonete de asno” en el aula equivocada, cerrada por fin de curso.
 
                                      Mónica Ivulich, 1969, d.r.

12 comentarios:

  1. Respuestas
    1. Gracias Mabel, siempre con tu dulzura realzas mis letras.

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  2. Diossss..me abdujo por completo, qué maravilla, me cautivó el hilo de la narración, qué maestría para robar el aire y hacer vibrar con cada movimiento poético...Fantástica narrativa!

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    1. Que hermoso que el relato te haya cautivado, te devuelvo tu aire, no quiero te pongas azul de esa manera, jeje... eres maravillosa mi amiga! gracias por tu mirada en mis letras!

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  3. Esto en mi país no hubiese sido impedimento, sino más bien un leitmotiv, exagerado por se ese macho que desflora... caníbal del sexo o como se quiera llamar... Me gustó ese poncho, que hubiese sido bueno para cierto tiempo... Gracias Monica

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    1. Que buena tu lectura, me alegro que te gustara el poncho, un abrazo agradecido.

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  4. Mónica. Admirada Mónica. Monica sebsible y generosa...Que placer de relato!! Una prosa que es poética aun, tal vez , sin que te lo hayas propuesto. Une sano humor y criollismo, en un relato de noches de parrandas sanas, comidas, baile y magia criolla.
    Y el poncho....¡ como me gustó ! cubriendo y arrugando, protegiendo y enredando! que bella imagen de sensualismo íntimo y real. Sí....coincido en que el clítoris merecería un apelativo más " bello y musical"....pero es lo que hay ( quedan los sobrenombres infantiles). Un trabajo lleno de magia y seducción.Por momentos de una comicidad suave y plena de figuras vívidas. Gracias Monica Ivulich

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    1. Querido poeta, tu comentario me alaba, es un privilegio contar con tu aprobacion, muchas gracias!

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    1. Gracias estimado Jose A Ibarrechea, me alegra tu opinion, te agradezco de corazon.

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  6. En verdad es Excelente. Siempre nos envuelves en tus palabras y nos haces adentrarnos con todas nuestras emociones y sentimientos.

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    1. Zoraya querida: te agradezco tus palabras!!! eres muy generosa conmigo. Gracias!

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