miércoles, 29 de enero de 2014

Dos de provincia



Éramos dos niños en un pueblo de provincia.
El siempre queriendo viajar a otro lugar. Yo siempre queriendo bailar ballet.
Usábamos los cajones olvidados por el verdulero para hacer aviones, barcos, autos de carrera.
Era como mi hermano.
Era mi mejor amigo.

Crecimos juntos en medio de un mundo de pobreza material y de rica fantasía.
Él decía: -“un día tendremos una casa de verdad, de ladrillos.”
Le replicaba: -“¿para qué quieres una casa si quieres viajar y viajar?”
-“Para mi mama, para ti, para todos…”-decía.
Nos ensuciábamos, corríamos, montábamos caballos de palo de escoba, gritábamos a los pájaros, los imitábamos y nos inventábamos seres y mundos imaginarios…como todos los niños.
-“Un día seré bailarina”- le dije
-“¿Por qué?”- pregunto él.
-“Porque quiero moverme para todos lados como si fuera un animal pero de dos piernas.”
El reía. –“Yo haré música para ti.”- dijo.
Un día nuestros padres se mudaron.
Pero no al mismo lugar.
El viajo a otro país, yo a otra ciudad.
Fue como rompernos en dos. Mi mitad estaba con él, su mitad conmigo.
Lloré por más de un mes noche tras noche.
Luego decidí que ahorraría para ir a verlo. No compraba nada, seguí pidiendo lápices como si los hubiera perdido y guardaba el dinero
No compraba helados, ni nada. Centavo que se caía al suelo iba a mi lata que hacía de alcancía.
Fueron dos años de ahorro y ahorro.
Un día mi mama anunció que tendríamos torta de cumpleaños y unos amiguitos para mi celebración.
Estaba contenta… pero a la noche, me puse a pensar y en puntas de pie me fui hasta la cocina donde mi mama terminaba de limpiar.
-“Mami- dije- ¿cuánto cuesta la torta?”
-“¿Por qué preguntas eso?”

-“Porque prefiero ahorrar el dinero en mi alcancía de lata.”
Allí mi mamá se enteró de todo lo que había hecho para volver a verlo... movió la cabeza diciendo: -“el tiempo resuelve todo.”
Pasó mi cumpleaños. Pasó Navidad y Reyes y otro año... yo seguía acumulando monedas que se oxidaban, pero no alcanzaban para comprar un ticket para ir a verlo. Mi economía era increíblemente estéril.
Papá subió de cargo.
Anunció que cambiaríamos a una casa donde yo tendría un cuarto y mi hermano otro.
Estaba contenta pero no feliz. Algo faltaba en mi mundo de 11 años.
La casa era linda, el sol daba en la mañana en mi ventana.
Pero no había cajones para hacer barcos para mi amigo.
Mamá dijo: - “Irás a clase de baile, tu hermano a karate, conseguí un lugar bien económico.”
Fui a la escuela secundaria aprendí muchas cosas, conocí muchas amigas de mi edad y todas hablaban de muchachos.
A mí no me pasaba nada cuando hablaban así. Era como si fuera sorda.
Traté de tener un novio, pero no llegaba a nada. Iba a fiestas y me aburría. Mis momentos de felicidad se daban en mi fantasía infantil o bailando ballet clásico.
Decidí estudiar economía y finanzas y eso me permitió tener más dinero y más deudas. Ya no ahorraba.
Mi mamá decía que estaba deprimida. El médico también. Nunca hallaron la razón.
Pasaba horas en soledad, a veces bailaba e inventaba algunos mundos como cuando era pequeña.
Pero faltaba el capitán de mi barco de fantasía.
Sus postales eran ya raras, se había dedicado a viajar y hacer negocios. Pero nunca llegaba a mi casa.
¿Qué sería de él? Lo imaginaba con traje y cara de pícaro como en aquella foto donde fruncía la nariz.
Decidí abrir mi oficina y hacerme independiente.
En realidad no podía soportar a nadie cerca, ni viviendo ni trabajando conmigo.
Un día, años después, se acumularon varios clientes en mi oficina, todos con problemas de último momento, entre ellos, vi a un señor de lentes que cargaba una guitarra. Me hizo sonreír. Qué bueno sería un poco de música en medio de ese ajetreo.
Pasaron horas de papeles y números y llamados.
Cuando llegó el turno del cliente con la guitarra, lo sentí entrar y mi corazón latió más de prisa. Hundí mi cara entre papeles.
Se sentó sin decir nada, desenfundó la guitarra y tocó la música más hermosa que yo haya escuchado. Era una música solo para mí. Y detrás de sus lentes vi como fruncía pícaramente esa nariz delatora.
Pasos seguros, pasos de hombre
Pasos que llegan a destino firme
No hay nadie que pise como tú
Marinero de destino incierto
No hay voz más seductora
Que tu mirada serena de niño
Que reprimió la niñez para llegar a mí.  
                                                       Mónica Ivulich,
                                                                   d.r.
                                                        (imágenes de la red)

6 comentarios:

  1. Bello!!!! Lindo es el reencuentro de dos amigos de infancia que las circunstancias los alejan, y el recuerdo latente que se hace parte de nosotros, las preguntas sin contestar, la nostalgia que se apodera de nuestro corazón, de como estará, si nos recordara de la misma forma que lo hacemos, tantas y muchas preguntas...pero al fin!!!!! Logramos reencontrarlo y ese vacío que nos acompaño, se llena con su presencia, me llevaste a recordar el reencuentro con mi amigo hermano, no me toco música alguna, ya que su sola presencia fue música para mi.Gracias Monica

    ResponderEliminar
  2. Decir que me gusto no alcanza, es un relato hermoso que me llega al corazón y me conmueve, haces que seamos viajeros en el tiemo con tus letras y tus anhelos... me encantó Mónica, gracias por compartirlo conmigo. Un abrazo desde México.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Alejandra eres bella como tus palabras. Un abrazo agradecido.

      Eliminar