jueves, 6 de junio de 2013

Encuentro con Guadalupe (Para la pelicula homónima) 2011



Encuentro con Guadalupe



Fue en los tiempos en que L.A.I.A. empezaba a congregar cantidad de gente en las reuniones  quincenales para la Tertulia. Allí se presentaban músicos, poetas, pintores y muchos amigos. En aquella época en que unos invitaban a otros y todos terminábamos siendo amigos, cuando no familia elegida, en que Guido llegó con su fiel Guadalupe. O fue que la Lupe llegó con Guido?
Él muy tímido, ella como empujándolo, entraron por las escaleras de LAIA.
A escasos minutos de empezar la reunión, un poco desorganizada aun, Guadalupe se acercó a mí y me preguntó si podía leer los poemas de Guido. Le contesté que había micrófono abierto.
Me gustó la idea de que ella leyera lo que él escribía y le dedicaba. Entonces me contó que no había traído nada porque no sabía cómo era el programa, pero que los tenía en su mail. Le dije que se sentara en la computadora y los imprimiera, así lo hizo, ruborizada y agradecida.
Le pregunté el nombre del poeta y ella se sonrió. Mucho después me enteraría que era la primera vez que el público conocería sus escritos.
Ella, antes de comenzar aclaró que él no se animaba a declamar pues decía que no sabía hacerlo como ella y leyó, desde su asiento, unos poemas sencillos y cargados del sentimiento más puro y sincero que he visto en un hombre grande hacia su esposa. Eran versos que su esposo le escribía a diario, con temas cotidianos y dulzura añeja. Todos dedicados a ella, incluso notas que le dejaba en la nevera, disculpas por lo que había pasado el día anterior. Nos abría un día a día de una pareja amorosa, sin complicaciones existenciales ni versos rebuscados. La frescura llegó a la tertulia y todos los aplaudimos.
A Guido por sus versos a ella por saber despertar esa inspiración y por querer que todos conocieran a su poeta y a su amor.
La figura etérea de Guadalupe, grácil y elegante, tomaba del brazo a Guido con la soltura de quien está orgullosa de su pareja y de ella misma.
Me vino a agradecer con afecto y ambas sentimos que teníamos un contacto especial y personal.
No fue la única vez que llegaron a la Tertulia de los viernes, trajeron poesías impresas con anterioridad.
En una oportunidad Guadalupe se quejó de la visión y de dolor de cabeza. Ahora me pregunto si aquellos eran síntomas de lo que sucedería después.
Fue un agosto cuando Linda accedió a leer el poema que yo le escribí a mi hijo fallecido unos años antes. Yo no podía leerlo porque se me anudaba la garganta. Vi como Guadalupe me miraba desde su silla, comprendiendo mi sufrimiento.
Se acercó cuando se iban y me abrazó. Guido la siguió y me preguntó si algún día yo podía copiarle ese poema. Sin pensarlo un segundo se lo entregué. El me pidió que se lo firmara y lo hice.
Poco después noté la ausencia de los dos, un conocido en común me dijo que ella estaba en el hospital. Pregunté si se podía ver pero no sabían donde estaba y me dijeron que estaba en coma.
No valía la pena, dijeron, ella no puede ser visitada.
Por mi cuenta empecé a meditar por ella, la visualizaba sana y feliz, con su amor. La veía caminando con su elegancia de siempre, esbelta como un junco, elegante y con esa mezcla de humildad y soberbia.
Pasaron meses, nadie sabía nada. La ciudad se había  tragado a mis amigos.
Fue una noche en que Juan presentaba su libro en vi aparecer a Guido en la sala.
Se lo veía callado, cabizbajo. Quise levantarme varias veces, a preguntarle y abrazarlo a apoyarlo si podía. Pero, no me animé. Tres veces hice el impulso antes de que empezara la presentación, no pude. Siempre alguien me hablaba, alguien me llamaba o pedía algo. No pude.
Entonces, pensé, cuando termine lo busco y le doy un abrazo para él y para Guadalupe, donde sea que esté ella. Lo busqué antes de irme y no estaba, había salido cargando su silencio como llegó. Pensé que lo lógico había sucedido, mucho tiempo de coma y la muerte implacable. Me sentía apenada.

Unos meses después yo estaba comprando en un supermercado y me había demorado leyendo las etiquetas de algún producto. Sorpresivamente alguien agitó las manos cerca de mí, unos sonidos casi guturales me indicaron que quería comunicarse conmigo. Cuando me alejé para ver quién era, mi susto se hizo algarabío… Guadalupe se abalanzó a abrazarme. No sabía qué decirle, no sabía si era ella o una proyección de mi imagen, un fantasma o estaba soñando. Guido se acercó y me abrazó también.   Me dijo que era raro como me había reconocido, pues ella no estaba recordando los rostros.
Tal vez por lo que medité con ella, dije en voz queda.
Nos sonreímos todos. Él me contó lo duro que había sido esos meses en el hospital, el dinero que había costado, la soledad que había pasado, pero ahora se compensaba todo con la recuperación que estaba logrando su mujer. Estaba empezando a caminar, a hablar. Tenía que empezar de nuevo. Tenía que aprender como un niño, volver a nacer era difícil.
Me alegré cuando me dijo Guido que estaba editando el libro de poemas "Guadalupe"  y que pronto lo publicaría, ella lo miraba con esos ojos enamorados,  felices, orgullosos que Lupe tenía para él.

 Guido nos envió la noticia de que su Lupe había llegado al Reino de la belleza y la infinitud.

Estoy convencida que Guido ha crecido como hombre y poeta Y estoy muy segura que Guadalupe le sonríe desde allá, el lugar reservado para las diosas del amor, para las musas y nereidas.

            Mónica Ivulich
            derechos reservados
            Escrito para el argumento de la película "Guadalupe"
            que deseamos pueda realizarse.


1 comentario:

  1. Es una preciosa historia de amor en mayúscula. Gracias por escribirla. Gracias por la belleza

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