Tienda en Jaipur |
Tierra de verdades y arquetipos
de silencios tangibles, satisfechos,
de mantras característicos…
con múltiples matices, esencias,
sabores insólitos y peculiares
para paladares tan exóticos,
y saris
brillantes enmarcando
el ritmo de las caderas.
Vientecillo, casi permanente,
con olor a polvo y a
ceniza
que, muchas veces, cerca de ríos,
viene mezclado al humo denso
de cuerpos recién incinerados…
Es cuando se escucha trompeta
anunciando a ritual crematorio,
para que el alma no vuelva
y las impurezas se disgreguen.
de expiar a los vivos y los muertos.
Allí llegan a refrescarse y purificarse
vacas sagradas - domesticadas,
gente domesticada – sagrada.
Meditación, recordando lo supremo,
por sanyasis, gurúes y hombres santos,
algunos de sayos otros de cenizas,
sus seguidores, mansos y sonrientes,
repitiendo palabras de arcaica lengua,
girando rosarios interminables,
sonriendo a la vida y a los turistas
sonriendo a dioses complacientes
arrastrando el poco hambre
que se les ha permitido tener.
.
Especias que: antes y todavía
buscan los pálidos de Occidente.
Oro, plata, marfil, bronce, madera,
telas variadas, tapices… hallaron
a multitud de hábiles mercaderes.
Mendigos que no piden
más que pasar el karma;
turistas de mil lenguas
acallando conciencia con dádivas.
Niños de mirada clara y profunda,
mujeres de belleza sutil en los rostros
hombres con dulzura y amabilidad…
todos con movimiento lateral de cabezas.
Mausoleo |
Un país magnífico, espejo espiritual:
lo que no te gusta es lo que temes.
La belleza oriental de un pueblo,
pasada y –a veces- pesada,
violada, adulterada, imitada…
Queda en templos, museos y castillos,
aquella nobleza que los identifica.
Mi último viaje a las Indias…
también mi primero a Nepal.
¡Solemnes los montes Himalaya!
imponen respeto y admiración.
Una aventura con amigas entusiastas,
un viaje de sorpresas y experiencias,
con descubrimientos existenciales,
lagos y montañas; monos,
elefantes;
triciclos y camellos para transportarse,
polvo y mármol, mil religiones;
escaparates desbordantes de mil colores
con alfombras, baratijas, estatuas,
y gente
que quiere lo que tiene.
Subir, escalar, admirar, degustar, ver
cada día un espectáculo singular.
Refugiados tibetanos enhebran recuerdos
en collares y pulseras, para comer,
sin país ni documentos, sin identidad o pasado:
Nos miran curiosos los niños budistas
que, con
saris tibetanos, juegan al balón
no por ganar, solo por amor al juego,
y sonríen saludando al ver los turistas.
Cada día un recuerdo de otro andar
quizás de alguna vida pasada
o, tal vez, de sueños por soñar…
NOTA: fotografias de
Paula Deborah Herrera y Patricia Elena Juárez Hernández
NOTA: fotografias de
Paula Deborah Herrera y Patricia Elena Juárez Hernández
Un escrito hermoso, que narras la vida y costumbres de un pais, donde la meditaciòn y libertad de conciencia, del desprendimiento de la materia por la existencia, hace gala, y es publica en comerciales ya que se ha hecho promiscua la busqueda del yo... la belleza que hay, la hay, pero tambien señalas la pobreza y la falta de voz de un pueblo que olvido la miseria porque le abunda la pobreza. Me encanto, bello Monica, un abrazo.
ResponderEliminarBello e interesante, cada viaje a cualquier punto de la tierra llena de gratificación y nos añade sabiduría y comprensión por el otro, gracias Mónica por compartirnos tus valiosas experiencias, es una forma de viajar contigo. Saludos.
ResponderEliminarEugenia Castaño B.
me parecio exquisito... sencillo, narrativo y sobre todo hecho con amor. Sos Imparable amiga. TQM
ResponderEliminarMarta Rodriguez
Recorrido por la espina dorsal de India desde la sensibilidad de un viaje donde el espíritu y el cuerpo se fundieron.
ResponderEliminar