domingo, 20 de junio de 2010

Camino de Prisa - M.I.

CAMINO de PRISA, BUSCANDO…

Camino de prisa buscando el domicilio, recuerdo la gran puerta de madera pesada, cruzada por estrías oblicuas talladas con maestría en una madera noble y muy antigua.
No me resulta fácil manejarme en los barrios viejos de las afueras de Paris. Reconozco los techos típicos, las arcadas... y, repentinamente la casona aparece ante mí, con sus enredaderas cayendo mustias por sobre los muros, en un otoño húmedo y fresco a la vez que romántico.
Toco el timbre y no escucho respuesta.
Puedo recordar y visualizar el gran patio detrás de la puerta altísima, gruesa,
contundente.
Vuelvo a timbrar varias veces y sigo esperando mientras acaricio con la
vista la madera lustrada por el tiempo.
Por fin Jacques abre una puerta de tamaño normal, dibujada dentro del gran portal.
Sonríe y sus dientes se mostraron tan blancos como su camisa inmaculada.
-¿Por que no abrías? -Pregunta.
Y entonces me llego el recuerdo: en Francia el timbre se usa para destrabar la cerradura y avisar que alguien llega.
–¡Ay!! – dije poniendo la palma de la mano en la frente..
Nos reímos y nos abrazamos. ¡Que bueno reencontrarse! Con su brazo en mi hombro caminamos por el gran patio de piedra gris, húmeda como el otoño.
Al fondo, ventanas iluminadas dejan ver alegres muchachas haciendo trabajos de oficina. Giramos en medio del jardín de grandes macetas y entramos al departamento enorme de mi amigo. Me vuelve a abrazar y me quita el abrigo en un solo movimiento.
-Espérame un momento- dice.
La mesa estaba casi lista para seis personas. Una muchachita entra a la estancia desde la cocina con una pequeña bandeja y una copa en ella. La deposita a mi lado y dice algo en francés que entiendo a medias.
–Merci vo coup- me apresuro a contestar sin saber si era lo que debía decir.
Jacques termina de dar órdenes en la cocina y llega con el teléfono en la mano.
-Trie bien, a tout ale mon amie. Dice
-¿Vamos?- me pregunta
Algo como una sutil mariposa se posa en mi estómago, yo asiento con la cabeza. Antes de levantarme doy otro sorbo al champagne.
Me anticipo mentalmente a lo que vendrá y me deleito.
Las escaleras anchas nos llevan al siguiente piso y el pasillo de madera lustrada con hermosas alfombras nos dirige a un salón blanco, límpido.
Todo es así en casa de Jacques: Limpio elegante, simple, noble, refinado.
Las sábanas de algodón caen cual alas en reposo.
Las velas aromáticas, inciensos, flores, transportan inmediatamente a otro espacio inmaterial.
Jack selecciona una música suave mientras yo dejo la ropa sobre la silla y me introduzco entre las sábanas con aroma a lavanda.
Las manos de Jacques comienzan a acariciar mi rostro con firmeza y maestría, a subir y bajar por mi cuerpo…y todo el peso de todos esos de viajes, entrevistas de trabajo, se van quedando en un cajón de irrealidad.
El maneja mi cuerpo y mis sentidos con habilidad,
Mi viejo amigo Jacques, cómo lo había extrañado.
El olor exótico llegó desde la cocina como un agregado a esa fiesta de sentidos.
Pronto nos reuniríamos con más viejos amigos… los de aquellas épocas de estudio y locura....entonces mi viaje estaría más que justificado.

La cena es un agasajo de Jacques a mi permanencia breve en Francia y los amigos en común, se hacen presentes con sus vinos, sus postres, sus abrazos amigables… todo es perfecto y seguirá siéndolo mientras este protegida por el amor de la amistad, esa amistad profunda que se teje en años colegiales y se sustenta a través de la juventud y permanece indeleble en nuestros corazones aunque cambiemos países, estados civiles, o pasemos guerras y revoluciones….
Estoy tan feliz que la noche pasa sin sentirla…las horas se convierten en instantes.

El sol llega a recordarnos que es tiempo del desayuno. La misma joven de la noche anterior trae las baguettes tibias recién horneadas y pronto el aroma a café inunda la estancia.
Estamos sentados alrededor de la mesa riéndonos de viejas anécdotas, como si otra vez fuéramos adolescentes, pero el tiempo de partir se acerca y el cansancio hace una mueca debajo de nuestros ojos.
Al despedirnos, Jacques abraza y besa dos veces a cada uno, como es la costumbre francesa, al abrazarme a mí, musita:
-No tardes en volver, la próxima vez te haré masaje aryuvedico, oui?

Mónica Ivulich – 2008
Taller de Linda Morales
En LAIA

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